El escándalo de Cleveland Street


Las relaciones homosexuales entre hombres estaban prohibidas en Reino Unido en la época victoriana. Es más, eran consideradas delito y estaban castigadas con penas de hasta dos años de cárcel, con o sin trabajos forzados.


El príncipe Alberto, que se cree estuvo implicado en el escándalo (Dominio público)


Aun así, en Londres (y suponemos que en otras partes del país) había una serie de casas clandestinas en las que los homosexuales se reunían y en las que también se practicaba la prostitución masculina. Las autoridades miraban hacia otro lado mientras fueran discretas pero cuando la prensa tomaba cartas en el asunto se convertían en objeto de gran escándalo.

Esto fue lo que pasó en 1889 cuando, investigando una serie de robos en la oficina de telégrafos, se detiene a uno de los recaderos con una gran cantidad de dinero encima. Tras confesar que había obtenido ese dinero prostituyéndose en un burdel para hombres, la policía se dirige a detener a su dueño, que ya había huido al ser avisado de que iban a por él.




Edificio actual en el lugar donde se encontraba el número 19 de Cleveland Street


Inmediatamente empiezan a salir a la luz nombres de algunos clientes de la alta sociedad. Los primeros fueron Lord Somerset, miembro de la corte, y el conde de Euston. La prensa, asustada por la importancia de los involucrados, no se hace apenas eco de la noticia.

Cuando se conoce la sentencia contra los detenidos en el caso (tres de los recaderos de la oficina de telégrafos) un periodista de The North London Press cuestiona que sea tan leve, achacándolo a que hay grandes personalidades entre los clientes del burdel, nombrando al conde de Euston y dejando entrever que uno de ellos podía ser el príncipe Alberto, hijo del príncipe de Gales.

En enero de 1890 se había identificado a 60 sospechosos, de los cuales 22 habían huido del país. Nunca se juzgó a ninguno de ellos.

Oscar Wilde incluyó el escándalo de Cleveland Street en su obra El retrato de Dorian Grey (Dominio público)



Lord Somerset huyó a Francia cuando se enteró de que iban a detenerle y nunca fue a juicio. Más tarde se supo que había pagado la defensa de los detenidos y el dinero necesario para que el dueño del prostíbulo huyera del país. El conde de Euston ganó una demanda por difamación contra el periodista que publicó su nombre. El caso se trató incluso en el parlamento que, tras acalorados debates, lo único que hizo fue echar tierra sobre el asunto.

Tanto el juez del caso como los fiscales y el barrister de la defensa alcanzaron posteriormente puestos políticos de gran importancia.

Los rumores sobre la vida sexual del príncipe Alberto continuaron hasta su muerte en 1892 a los 27 años, aunque nunca pudo probarse nada contra él.

La opinión pública quedó marcada por el caso y la figura del aristócrata corruptor de menores caló profundamente en ella. Esto fue determinante para que, cinco años después, otro escándalo con trasfondo sexual enviara a Oscar Wilde a prisión con una pena de dos años de trabajos forzados.



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